Emélhi Shabá se despejaba el manto ,ante la
voluptuosa ciudad magrebí Abdule. Sus pasos recogían la esencia árabe, que como
el viento, envolvía cada hueco y cada entresijo
Se detuvo a colocarlo con delicadeza hasta cubrir parte de su bello rostro. Entre sus manos, enredaba una polvorienta arca de cobre quebrado con destellos de blanco crudo, en cuyo interior albergan diversos y ocultos enigmas .
Más allá de lo existente, alguien le encomienda una acción ilustre. Y ella debe encomendarla…